
La nueva normalidad con sus protocolos puede inquietarte, preocuparte y hasta molestarte. Va a costar, pero es cuestión de tiempo. La paciencia será clave.
Las rutinas son muy importantes para que las personas se sientan cómodas, seguras y a gusto. Forman parte del núcleo cerebral más antiguo. Aquellos que piensen que son monótonas y aburridas,seguramente tienen algunas que nunca abandonan, pero ¿qué sucede cuando un acontecimiento externo cambia radicalmente los ritmos de vida?
Sin dudas, lo primero que vas a pensar es en esta cuarentena y en el contexto de pandemia, pero también hay cambios drásticos de rutina ante enfermedades propias o ajenas, mudanzas o cambio de trabajo, entre otras situaciones.
Los primeros días de aislamiento, allá por finales de marzo, fueron especialmente estresantes para la mayoría. De repente, todos debieron acostumbrarse al encierro, a no realizar las compras en el momento que cada uno quería, a no ver ni estar con amigos o familiares y a adaptarse a una convivencia forzada permanente.
Pero esto fue cambiando. A medida que pasaron las semanas y las rutinas se volvieron a adquirir, incluso, en algunos casos, las personas llegaron a encontrarle el “gustito” a estar en sus casas.
Salvo en esos terribles casos en los que la necesidad económica fue la causa más importante de preocupación, angustia y estrés, si tuviste la suerte de tener el sustento asegurado seguramente te adaptaste a los nuevos ritmos. Más allá de los festejos importantes por internet, o a la renuncia al cafecito cotidiano, probablemente hasta lo hayas pasado bien.
Además, salir a la calle es todo un problema, o más bien volver a tu casa. Tenés que recordar el protocolo, no olvidarte el barbijo, no tocarte la cara y limpiar cada cosa que traés puertas adentro. Por lo tanto, si podés evitar salir, pedís todo por internet y lo único que hacés es abrirle al delivery.
Pero claro, todo esto está durando demasiado y se acerca el momento en que vas a tener que volver a salir, volver a tu trabajo y de a poco hacer lo que hacías antes. Claro que teñido de esas normas que ahora llaman “nueva normalidad”, donde se terminaron los abrazos y los saludos con besos. Los mates son propios y las sonrisas se esconden detrás del tapabocas.
Entonces, eso tan esperado de repente te inquieta, te preocupa y hasta te molesta. Quisieras volver a la «vieja normalidad» y no a este cúmulo de protocolos que te proponen. Te va a costar, como todos los primeros tiempos luego de cualquier cambio. Tanto los positivos como los negativos, son causa de estrés y suben la ansiedad.
Por lo tanto, no te debe asombrar si en algún momento añorás la cuarentena con sus rutinas esperables, como levantarte un poco más tarde y con la posibilidad de seguir con el teletrabajo en pantuflas.